Todo intérprete es un intermediario. Interpretación es también el nombre que le damos a la ejecución de una obra musical. En este sentido tenemos al intérprete de la obra, y él es así mismo un intermediario entre el autor de la obra y el público. Pero en esa interpretación entre autor y público se comportan como intérpretes en otro sentido, porque no se limitan a repetir mecánicamente algo previamente dado (las notas de la partitura) sino que le dan significado, esto es que, de forma redundante, interpretan la obra de que se trate, le dan vida, existencia y sustancia a la composición.
En consecuencia el músico es un intérprete en un doble sentido: intermedia entre el autor de la obra y el público, y además, le da significado, ‘’significan’’ la obra que transmiten al público.
A su vez el propio autor puede ser considerado él mismo un intérprete de las realidades objetivas y subjetivas que se suscitan en su período histórico, sus percepciones personales respecto del mundo y del social diario vivir, así como sus sueños, fantasías e influencias anteriores.
Por último, el público receptor de la obra puede ser considerado también un intérprete, y llevar a cabo una interpretación de lo oído, es decir, atribuye un significado a la obra del autor, y también a la interpretación del músico, de modo que, retrotrayendo, tenemos niveles sobre niveles en los modos de vislumbrar la música que oímos: un nivel base que comprende el diario vivir del autor, quien plasma en su obra su expresión sobre algo, luego la comprensión del músico intérprete, quien a su vez disocia entre lo que intentó expresar el autor y su visión personal creando una complejidad nueva, y el público docto o lego, quienes perciben de una y otra forma lo que se intentó transmitir.